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El copyleft: dícese de lo contrario, antónimo del copyright. Creo que todos hasta aquí entendemos lo que significa copyright, ¿no? Esa letra 'C' encerrada en un circulo. Eso es el copyright. Pero detrás de este símbolo hay todo un complejo de leguleyadas, reglamentos, contratos, multas, impuestos, etc. El copyright es nuestro mayor enemigo: las grandes disqueras, las grandes editoriales, las grandes empresas embotelladoras de un producto gaseoso, que aunque no lo crean, tiene copyright. Y las farmacéuticas, que también se regulan mediante patentes de medicamentos. Si respiro gas, ¿estaré atentando contra la propiedad intelectual?
Por el lado del copyright, está todo ese aspecto comercial que a muchos no nos termina de convencer. No nos convence que se exploten a los artistas con sus contratos absurdos y limitantes. No nos convence que cobren muy caro por sus productos como los discos edición especial. No nos convence que lo podamos compartir con alguien más, solo porque el copyright lo prohíbe y saca sus campañas en contra de la piratería. Recuerden: la piratería está de nuestro lado y a nuestro favor. El copyright no: todo es árido, agreste, abominable, asqueroso. No nos representa el copyright. Y hay artistas en contra del copyright.
Entonces, gracias al internet y a los foros, comunidades de internautas y redes sociales para músicos, surge la onda del copyleft. El copyleft es otro de nuestros aliados. Gracias al copyleft, uno ha escuchado buenos grupos, de calidad extraordinaria y hasta superior que varias bandas que integran el cartel del copyright. Con el copyleft, el propio artista se vuelve un ente y empresario independiente, sabe a lo que se mete y que lo comercial jamás prima sobre el arte, cosa que sí sucede siempre con el copyright: primero el interés comercial, y muy pisoteado, lo artístico.
En el copyleft se refugian los artistas que no tienen llegada al mainstream comercial, porque lo que ellos hacen no es para los oídos mundanos. En el copyleft también hallan refugio los grupos indies, DJs o exploradores de tendencia ácida y experimental, conscientes de que les gusta más el arte propio que algo con los "tópicos comunes", como mandan las fórmulas comerciales de éxito.
En el copyleft encontramos productos muy buenos, en su mayoría regalado. Solo nos queda a los internautas buscarlo, escucharlo, y agradecer siempre, porque el agradecer es una de las máximas constantes del copyleft, para que el artista que lo ha donado abiertamente, sepa a cuantas personas ha llegado su producto cultural.
Si yo escucho productos copyleft, no tengo la mas mínima obligación de hacer un pago o emolumento a un burócrata antipiratería, porque es un producto que no está registrado en ningun catálogo o repertorio que constituye a nivel internacional como parte del mainstream comercial.
Es mas, hay artistas puros y netos que odian el tema de las regalías: ellos componen música y productos netamente culturales por un grado de pureza, del libre compartir a los demás usuarios, del saber que hacen un mundo mejor si se difunden lo que contienen sus mensajes y compartir sus ideas.
Si en una huelga se manda cantar la Internacional, ¿a toditos los manifestantes les cobrarán las regalías por ese tema?
Otro terrible mal es que hay empresas que buscan que sus propductos sean eternamente para ellos, que carezca de la caducidad de la propiedad intelectual. Es sabido que luego de 70 años de publicado un producto cultural (sea un disco, un libro, una revista, una película, etc.), ésta pasa a ser de dominio público, como un bien legado para la humanidad entera.
Blancanieves, un producto Disney por excelencia, hace tiempo debió pasar al dominio público. Igual debió pasar con Bambi, DUmbo y los primeros cortos animados del Ratón Mickey. ¿Pero qué pasa con estas empresas que cada cierto tiempo están extendiendo los límites de caducidad de sus productos y aun así reclaman contra la piratería, pero que se amparan en recursos legales para seguir cobrando regalías y que sus productos se vendan a precio de originales? Entonces aqui hay algo llamado competencia desleal. Usan las leyes a su favor y los menos favorecidos somos los ciudadanos de a pie. Disney, es, desde hace tiempo, completamente desleal.
Si no cumple con el rigor del cese de explotación comercial de sus productos, es porque no tiene capacidad moral para seguir explotando sus productos más antiguos, que ya están por alcanzar el siglo de creados. Si en esta situación anda la Disney, imaginen a las productoras de películas, las editoriales y las farmacéuticas para lograr extender su producto de explotación de 50 a 100 años, haciendo movidas por lo bajo y a expensas de la ley, con contratos reservados que limitan el acceso a la humanidad entera. Son todas unas cochinas corporaciones que solo buscan el propio beneficio, no el bienestar de la humanidad y elevar la categoría universal del acceso a la educación, al entretenimiento y a la cultura.
¿Querían que los consumidores sigan comprando originales? Pues abaraten sus costos de produccion de productos finales audiovisuales, cumplan con los ceses de explotación comercial y sean leales. Porque si esto sigue así, mejor sigo apoyando a la piratería, a la que me permite un mejor acceso a la cultura y entretenimiento al alcance de mi bolsillo. El ser humano, tiene derecho a la cultura y al entretenimiento.