06 Jun
Frases ridículamente cursis

Haremos un breve paréntesis sobre este tema que chispas de ira trae y salpica. 


* Photo by Ybrayym Esenov on Unsplash


A veces los estados engolosinados de harta miel y tuttifruti que uno se topa en cualquier red social, hace pensar que escriben más con la ceguera que con la razón silogística. ¿Surrealismo el amor? Más diríase óxido nitroso y a reir hasta reventar de dolor el vientre. A continuación revisaremos algunas frases clichés y un comentario al respecto. 


«Te demostraré que yo no soy igual que las demás»

En efecto, cada ser humano es único porque tiene una identidad reflejada en su alma y construye su propio destino (muy aparte si tenemos o no el libre albedrío schopenhaueriano). Hacerse uno o una el ejemplo de la distinción por encima de los demás, es harto recurrente en las parejas con probable baja autoestima, tal como lo pudo haber apuntado Eric Berne en su libro "¿Qué dice usted después de decir Hola?" y no recuerdo si lo leí ahí o en otro artículo. También es síndrome de situarse en lo alto de un pedestal, por encima del común ordinario de la gente homogénea. Todos en el amor juran que es lo mejor y único que les pasa, incluso superior al de las películas, la ficción no supera la realidad.  


«Eres la casualidad más perfecta» 

Las casualidades son fortuitas, no medibles, no cuantificables. Que una casualidad sea perfecta se debe a que encajó como anillo al dedo un factor de un suceso sobre otro suceso, relaciones intermediarias entre causa y efecto, entre muchas causas y conllevados efectos. Pero una casualidad es caótica, dentro del modelo de la teoría del caos. Por cierto, no hay perfección en una casualidad, si la casualidad misma no tiene distinción de malo, bueno o perfecto, simplemente sucede, de manera fortuita.


«Lo nuestro durará y sabes que pondré de mi parte para que esto funcione»

Algo al respecto mencionó Erich Fromm en su libro "El arte de amar", en el cual señala que hay que aprender a amar, y que es un sentimiento gradual en el cual una pareja debe poner siempre de su parte para seguir con la llama (o alpaca) del amor. Esto, desde luego, no se enseña en los colegios ni mucho menos un manual de sexualidad redactado por curas y monjas (como era furor en los años 30 y 40s, antes que llegara Dexeus y su colección ginecológica). 

Pero que sea duradero, depende mucho de la pareja. Neuroquímicamente, se sabe que el amor es un compuesto complejo de neurotransmisores y químicos cuya duración máxima expira hasta en 3 o 4 años. Luego de eso, se convierte en compañerismo y tolerancia mutua, convivencia de la pareja (si están ligados a la atadura de un matrimonio o boda documentado de por medio, sea éste religioso o civil refrendado por testigos y una autoridad competente). 


«Eres lo mejor que me ha pasado».

Lo mismo podría aplicarse a una copa de helado de vainilla con su fudge de la desaparecida "Botica Francesa", un iphone, un ipod o una tablet, un automóvil cero kilómetros, probar una copa de Champagne Riccadonna a la temperatura adecuada, un viaje en crucero rumbo hacia las islas griegas, un tour hacia las pirámides de Egipto, comprar una burka de colección, tomar fotos con una Lomo, terminar de armar un rompecabezas de esos que luego lo conviertes en cuadro, un campamento con alcohol incluido, ver las estrellas sin nubes y con largavistas, crackear un programa, bajarse el álbum musical largamente esperado (digamos Stereolab), escuchar toda la discografía de Radiohead, estar en el concierto de Belle & Sebastian, tener una laptop nueva, echarse a ver temporadas completas de series en Netflix y tantas otras cosas similares que no tienen por qué disminuirse u opacarse ante una declaración de ese tipo manifestado a otra persona. Para la mente, el estímulo de felicidad completa es momentánea, para nada duradera, efímera y fugaz. Si la felicidad fuera larga y de nunca acabar, empezaría a doler demasiado. 

Decir a una persona que es lo mejor que le ha pasado a uno, se pone en la condicionante que ni su nacimiento ni otros hitos en su vida, superan a un fugaz encuentro íntimo con el otro o la otra, en plena manifestación de decir cosas sinsentidos y demás clichés tipicos del enamoriscamiento.  


«Yo siempre seré la primera para ti»

Frase harto mentirosa, en vista que estamos en los tiempos del pulpeo, el salseo y otras cuchipandas parecidas, porque lo permite la poca moral predominante de hoy en día y los avances tecnológicos permiten las comunicaciones más arriesgadas, verbigracia el tinder, el fbchat, el whatsapp, el instagram, el snapchat, el telegram y otras más, para todos los gustos y colores. 


Lo cual nos lleva a repensar sobre la autoestima en las redes. Mucho se ventila en aquellos posteos con frases para subir la moral (una pastillita a lo Ricardo Belmin) o aquellas para elevar la autoestima, recalcar lo que propicia la "envidia" de los "otros" y los peligros que acarrea si una relación se ve interrumpida por un tercer elemento o cuarto o quinto o todo un ganado completo inclusive. O lo que es peor: enemigos invisibles.   


El amor simple necesita asegurarse con frases clichés y cursis, que es el idioma que manejan solo en situación de enamoriscamiento una pareja en pleno proceso. Porque si se intelectualiza el amor, sería una suerte de deconstrucción de los sentimientos bajo preceptos lacanianos o incluso derridanianos. 

Pero es de mal gusto cuando la chica es insegura, celosa y necesita casi todos los segundos del día para confirmarle, en boca de su pareja, que la ama y que cuánto en volumen o distancias mide ese amor, como si un sentimiento pudiera ser medible y cuantificable cuando se trata de conceptos abstractos recargados de una sopa química de neurotransmisores. 

Embarrarse de elementos cursis y decaer en la tontería es natural e innato en el ser humano, es el desprendimiento total de posturas y pensamiento lógico para dejarse llevar por el arrumaco y la cháchara banal con un sentido de propiciarse un cariño sensiblero entre ambos. La fonética, la semiótica y la deconstrucción no tienen cabida aquí, sería, en todo caso, una pérdida de tiempo. Cerramos este paréntesis, que se extendió en buena medida catártica. 

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